lunes, 28 de enero de 2013

Compasion y las Misiones






“Y salió Jesús y vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas que no tenían pastor, y comenzó a enseñarles muchas cosas” Mr. 6.34. El único poder capaz de impulsar una obra misionera fiel y perseverante es el poder de la compasión. Sin compasión las misiones no agradan el corazón del Padre, ni permanecen ante la adversidad. Al ver la multitud, Jesús tuvo compasión de ellos, y por esta causa comenzó enseñarles muchas cosas. Fue la compasión la que movió al Hijo a enseñar a la multitud, y a morir más tarde por ella en una cruz.
La pregunta que nos hacemos entonces es la siguiente: ¿Cómo pueden nuestros corazones rebosar de esta tan necesaria compasión? Desde luego no la encontramos en el censo del deber, la responsabilidad o la culpa. Puede que el deber nos mueva a actuar por un tiempo, pero es incapaz de operar esa compasión perseverante. Por otra parte, seríamos ingenuos al pensar que el sólo ejemplo de otros que rebosan de este amor pueda llevarnos a actuar por demasiado tiempo. ¡Debemos encontrar nosotros mismos la fuente de la compasión divina, y beber hasta saciarnos de ella!
Hermanos, la fuente de la compasión divina es Cristo. Solamente ha de rebosar de amor el corazón que abraza y recibe a Cristo; que encuentra en Él el tierno manantial de la misericordia del Padre. Y solamente un corazón que abunda en ese amor se verá constreñido a las misiones, a darse para ver a otros rebosando del mismo amor. Iglesia, acudamos a la fuente y bebamos de Cristo; y entonces, solamente entonces, la compasión de Cristo nos impulsará a pagar el precio de la misión. .



Por Pedro Blois